Me siguen llamando, no sé qué les pasa. Tal vez sino no les pagan, pero creo que debo hacerle la observación al de recursos humanos… hace tiempo no conversamos sobre eso. Las voces en la sopa a veces vienen muy saladas, otras veces no me saben a nada; otras solo me dejan sorda por el resto del día. El otro día me encontré un molusco sin concha, todo quemado el pobre… creo que mis oídos le hicieron sombra un rato… al menos eso espero. Por eso sigo puliendo la mía, es un poco cansado… y para que luego venga un solsticio, y de un espumazo me la arrebate; estoy pensando en comenzar a tejerla con cadenas de serafina congelada… vamos a ver cuánto aguanta la mano.
Sigo cantando silencios y callando ritmos africanos… algunas miradas me reclaman, pero creo que solo piensan en el virus, entonces me limito a estornudar por ratos. Las celdas pican en la garganta, pero duele más en los cuartos intangibles, descubrí que dormir ayuda. Otras dos docenas de sobrevivencia, otras dos de vestir lo humano.
No sé si es el calor, que en definitiva se ha burlado de los eruditos –bien por él- ó que el año va muy rápido, y desde que lo parimos no ha bajado el ritmo con las lunas, como de costumbre… pero lo que es cierto es que las pisadas sociales andan muy dispersas, y el sudor va dejando un rastro sugestivamente desordenado. Estos días soleados me tienen un tanto paradójica, solo espero no descarapelarme. Las pasarelas andan en busca de la moda, que se fue de vacaciones con la seguridad, dicen que la ha raptado. No sé si algo le deba hacer cosquillas a mi conciencia, porque ni siquiera se me dificulta sonreír, pero por mí que eche raíces allá, y mande trozos de su compañera por lapsos, tan solo para informar que aún sigue viva… pues no creo que tampoco sea conveniente asesinarla del todo. Quizás todo es culpa del clima… que siempre querrá jugar de tiempo… si pudiera le regalaría el tablero.
Tantos números me tienen casi calculada, y entre tanta matemática ando media daltónica. Sigo sin poder con la ciencia, pero sigo sin perder también; entonces todo tranquilo. Tal vez esté tan equivocada, que esfumaré lo correcto… pero seguiré en lo correcto al ser incapaz de saberlo. Deliciosa ignorancia, bendita sabiduría… seguimos respirando lo compartido de este mundo de siameses. Es curioso ver como raspan con tanto arrebato la estupidez, no entiendo por qué no la dejan tranquilita, se les va terminar metiendo algo después del hoyo… y ahí ya no hay lija que cumpla.
Creo que mis progenitores andan un tanto ocupados estas tardes, a veces hasta rojos se ponen… pero se les sigue cayendo el puente, por mi culpa. Mis colores derriten sus ladrillos preocupados, pero no puedo hacer nada, ya les dije que no voy a cruzar… que mejor hagan el pozo. Pero ni para que gastar las glándulas, ya tengo que haber memorizado la etiqueta… llevo su apellido enredado en el pelo. Posiblemente el día que me toque buscar nombres lo cruzaré y me pondré el sombrero, tal vez sea solo asunto de paralelos frutales, no lo sé. En fin, no son más que incongruencias pendientes… ubicuas. Y bueno o malo… el tiempo nos guindará en la espalda; pende perenne, hasta que se hace polvo el camino.